¿Periodismo musical en decadencia?
El Niusléter #136 está dedicado a un lado del oficio que se sigue repensando. También les mostramos un referente del fotoperiodismo de fenómenos naturales y les presentamos algunos datos miscelaneos.
Echando cabeza para esta editorial, caí en cuenta que llevo nueve años escribiendo sobre música. Reseñas, investigaciones, crónicas y entrevistas que he regado en Internet y en una que otra publicación en físico que estará guardada en algún cajón de mi clóset o en la casa de mis papás. No digo esto para darme palmaditas en la espalda, sino porque creo que en ese tiempo he podido ver un poco de cómo se ha transformado el periodismo musical en este país. Esto por lo menos desde el auge de los medios digitales y un poco del impreso hasta lo que estamos viendo hoy en día, que en mi opinión tampoco es el desierto que muchos pintan.
Este tema de la “decadencia” del periodismo musical la llevamos viviendo en el país desde hace años. Cuando Revista Metrónomo cerró sus puertas, cuando se anunció que Noisey y Thump no iban más, cuando los Gillinsky se tomaron Publicaciones Semana y Revista Arcadia quedó en el limbo, cuando Cartel Urbano dejó de funcionar a toda máquina... Todas, publicaciones especializadas que dedicaron sus páginas a los músicos independientes de este país, que abrieron discusiones necesarias acerca de las escenas musicales, las políticas culturales y una industria de festivales y conciertos que estaba por fin creciendo después de décadas de ostracismo.
Por eso me cuesta sufrir demasiado con noticias como la incertidumbre alrededor del futuro de la famosa revista gringa Pitchfork o de los recortes que sufrió el área editorial de Bandcamp el año pasado. Que sí, estamos hablando de colegas de otras partes del mundo que ahora la están pasando mal. Colegas que, a diferencia de todos nosotros, lograron sindicalizarse, lo que les ha permitido tener una fuerza colectiva detrás para luchar por sus derechos laborales ante la ley. No es nuestro caso. Me animaría a decir que en la mayoría de los casos en Colombia se traducía en un contrato de prestación de servicios diseñado para precarizar veinteañeros que soñaban con participar de alguna manera en el mundillo de la música.
Tampoco quisiera sonar demasiado millenial –los nuevos boomers así duela– con esto. Desde mi punto de vista, el periodismo musical en Colombia no está ni cerca de estar acabado y la antorcha la llevan naturalmente proyectos que se han salido del .com y le están llegando a nuevas audiencias desde TikTok, Instagram y YouTube con formatos más tirados hacia el podcast y el video. El Enemigo, Bullosas, El Caído Reviews, Sudakas Podcast, Suena Suena, Jose m o Cadencia son ejemplos de a dónde está yendo la cosa hoy en día. Canales rigurosos de entrevistas, opiniones, reseñas, cubrimientos e historias musicales que, lastimosamente, en la mayoría de los casos se mantienen más por el corazón que por el bolsillo.
Como bien dice el buen Víctor del canal español Music Radar Clan, sería totalmente injusto culparlos a ellos del mal momento del periodismo musical. Le hablan a unas audiencias a las que me atrevería decir, en gran parte ya no les interesa leer sobre música. Además, el minuto a minuto de sus artistas favoritos ya les está llegando directamente por medio de Spotify o Instagram. Yo me sueño con un periodismo musical que problematice e investigue a fondo temas que atraviesan la música como la inteligencia artificial, los abusos dentro de la industria o el negocio totalmente desbordado alrededor de los megaconciertos.
Que lo que es evidente frente a nuestros ojos no no los tenga que contar un periodista investigativo de algún medio tradicional. Que las conversaciones urgentes no se queden en opiniones regadas en cualquier red social. No es una queja sino más bien una invitación a los que les interese esta vaina y leen mi alharaca en la editorial de hoy.
También es una promesa conmigo.
Eduardo Santos Galeano, periodista y editor de audiencias de 070.
La semana pasada, se viralizaron varias fotografías falsas de incendios forestales en Bogotá. Eran hechas con inteligencia artificial, y el terrible desatino de su “creador” y la necesidad de prestar más atención a los incendios dejaron la discusión sobre el impacto de la IA en segundo plano. Es una discusión importante y necesaria, pues los expertos auguran un incremento de videos en imágenes engañosas en redes sociales por las elecciones de Estados Unidos. Pero el espacio de esta sección es corto, y ese tema necesita más profundidad. Sin embargo, me gustaría aprovechar la coyuntura del suceso para hablar de Nick Moir, un fotoperiodista australiano que lleva más de 20 años retratando el clima.
Crédito: Instagram Nick Moir @nampix
Moir es el jefe de fotografía del Sydney Morning Herald y se ha especializado en retratar incendios forestales, tormentas y la relación de las personas con fenómenos naturales. Tuvo que aprender de meteorología y se hizo bombero voluntario para acercarse a estos eventos. En una entrevista para Vice en 2018, dijo que las tormentas eran como animales gigantes que solo viven unas horas y le recordaban lo insignificante que era. Por eso me gusta el trabajo de Moir, porque habla de un proceso, de lo que hay detrás de las fotografías, de las sensaciones que genera estar detrás de la cámara y vivir el momento que se retrata. Chasing Monsters es un corto documental que sigue a Nick Moir en medio de una cacería de tormentas. Del video me parece muy interesante la forma en que su directora, Krystle Wright, usa el ritmo de montaje para transmitir las emociones de su personaje, me gusta su diseño sonoro y la omisión de diálogos para llevar la narrativa. Sobre todo me gusta que retrata lo que implica hacer fotoperiodismo de verdad.
Diego Forero, periodista de 070.
Datos misceláneos
Entre 35 y 47 millones de vistas tuvo el trino más compartido del deepfake sexual de Taylor Swift que se hizo viral la semana pasada antes de que X lo retirara, en buena parte por la acción conjunta de las swifties.
La CAR del Valle del Cauca (CVC) impuso una multa por casi 1000 millones de pesos a la Fundación Centro de Primates - Fucep- y la sociedad Centro de Investigación Científica Caucaseco por “irregularidades en el manejo” de unos 108 monos nocturnos y monos ardilla en experimentos para buscar una vacuna contra la malaria. La decisión es en primera instancia.
Todavía es objeto de debate si el fichaje de Mayra Ramírez en el Chelsea es el más caro de la historia del fútbol femenino mundial, pero puede ser unas 25 veces menos de lo que acaba de pagar el modesto Crystal Palace por Daniel Muñóz y nueve veces menos que lo que recibe Luis Díaz por temporada en el Liverpool. La nota completa aquí.
Arte por Nefazta, todera gráfica de 070.