Fracasé haciendo porno con IA 🤖 🍆
En la editorial #141 del Niusléter hablamos del impacto de la IA en la industria pornográfica. También nos lamentamos por el desmantelamiento de Télam, la agencia estatal de noticias argentinas.
Desde hace unos meses pienso mucho en inteligencia artificial. Todo comenzó cuando una persona que conozco decidió emprender una carrera en la producción de contenido explícito sexual con IA generativa. En su cabeza la idea era sencilla: creaba un avatar con el modelo, le enseñaba a la máquina cómo se vería ese avatar en diferentes situaciones y vendía las imágenes en Only Fans. El proceso para crear al personaje duró tres días, durante los cuales el computador sacaba imágenes, él seleccionaba las que le gustaban y, a partir de ellas, el modelo ajustaba su trabajo. Cuando se sintió satisfecho se dedicó a crear un perfil en Instagram y Only Fans.
Pero entonces surgieron problemas cuando la plataforma de venta de contenido solicitó un documento y, al notar que no coincidía con el avatar, le impidieron continuar. Con el tiempo abandonó a Tanya –así se llamaba el personaje– porque fue muy difícil conseguir seguidores en Instagram y Patreon (una plataforma que permite perfiles de IA). “No, a mí el porno me gusta que sea real”, me dijo cuando le pregunté si vería contenido sexual hecho con inteligencia artificial.
Y es precisamente sobre eso que debate la industria pornográfica. Las principales páginas de contenido sexual –que tienen más visitas mensuales que TikTok, Amazon o Netflix– pueden ser reemplazadas por servicios que permiten generar contenido totalmente personalizable y sin la necesidad de personas frente a cámara. El porno siempre ha sido un “early adopter”, una industria que usa nuevas tecnologías antes que el resto del mundo. Usaron VHS y DVDs rápidamente para vender contenido, en los 2000 se sumaron a las páginas web y después las grandes estrellas del porno entraron en las plataformas de streaming por pago. También hay videos 360 para headsets y, por alguna razón, contenidos filmados totalmente con drones.
Con la inteligencia artificial generativa las cosas se complicaron más para una industria que es cuestionada constantemente por abuso y maltrato. En primer lugar los modelos están siendo entrenados, al igual que en muchos otros sectores, con imágenes de actrices y actores bajo la premisa del “fair use” o con las imágenes que le vendieron los mismos a las productoras sin prever este escenario. Y después está el tema de los límites que deben tener los contenidos para evitar la producción de imágenes violentas. La hipótesis es que sin personas frente a cámara esas cosas van a dejar de pasar. Pero esto no es del todo cierto, pues los desarrolladores se enfrentan a la creación de imágenes de abuso o pedofilía en las plataformas. Y es que según uno de los creadores, explicarle a una máquina la diferencia entre conceptos como tortura y bondage es todo un desafío.
Estos son servicios que se crean en la industria y que seguramente serán regulados, ojalá, con mecanismos de participación para que los y las actrices se vean beneficiados. Pero la cosa se complica cuando los modelos de inteligencia artificial son usados por personas en los computadores de sus casas y no en línea, pues no hay control ni límites. Alguien con un modelo de inteligencia artificial local puede generar una imagen con la cara de cualquier persona, como el deep fake de Taylor Swift que se hizo viral hace un par de semanas. Solo necesita suficientes imágenes de esa persona para entrenar al modelo (y en los últimos 20 años nos hemos encargado de darle al internet ese archivo).
En las plataformas se ven cada vez más comentarios absurdos que responsabilizan a las víctimas de los ataques por subir imágenes que luego servirán para entrenar IAs. O comentarios que alegan que las personas suplantadas no deberían ser tan exageradas con los deep fakes pues son falsos. Pero seguir culpando a las víctimas solo es una forma de perpetuar dinámicas violentas.
Aún así, no podemos seguir siendo ingenuos y creer que nuestros datos, hábitos e imágenes solo van a ser usados para mercadeo. Tal vez ahora que entendemos que el precio de usar plataformas es más caro de lo imaginado, y que parte de lo que hemos subido está siendo usado para entrenar modelos, debemos preguntarnos por nuestra posición frente a la inteligencia artificial y sobre lo que firmamos en internet. Es necesario buscar formas de apropiarnos de una tecnología que se siente imparable, sin la inocencia que ha marcado nuestros consumos digitales de los últimos 20 años. Sobre todo cuando salirse de las redes sociales, que funcionan también con inteligencia artificial, parece no ser posible.
Diego Forero, periodista de 070.
¡Hoy es 8M y estamos de estreno!
Arrancamos una nueva temporada de Womansplaining con una conversación con la escritora, periodista y novelista Gabriela Wiener. Una conversación sobre escritura, pero también sobre las grietas que existen en las utopías dentro de las que militamos. Una conversación sobre la poesía y el exceso, pero también sobre el deseo y las incoherencias dentro de nuestros activismos que zanjamos con humor.
¿De qué manera los libros de Gabriela Weiner han inventado maneras de hablar sobre esos deseos que a veces callamos? ¿Por qué es importante señalar una y otra vez las prácticas racistas de las instituciones culturales? Y, la pregunta fundamental que hace la misma Gabriela en su novela Huaco Retrato, si la teoría me la sé, ¿cómo hago para metérmela en el cuerpo?
Ahora, sobre un fondo blanco en la página web de Télam, la agencia estatal de noticias argentina, se lee: “Página en reconstrucción”. Porque Javier Milei, presidente de Argentina, decidió y así lo anunció el primero de marzo en la apertura de sesiones del Congreso, que Télam —la agencia fundada en 1945, la más grande de Latinoamérica que cuenta con corresponsales en todas las provincias del país, suministra información a cerca de 2.800 medios nacionales, internacionales y oficinas gubernamentales, emite unos 500 cables y 200 fotografías diarios y guarda un invaluable archivo noticioso— debía cerrar.
“Vamos a cerrar Télam”, dijo Milei ante los aplausos de algunos diputados, con la vaga justificación de que “ha sido utilizada como agencia de propaganda kirchnerista”.
A medianoche del domingo 3 de marzo, la policía valló la sede principal de Télam en la ciudad de Buenos Aires y se ubicó en las puertas de los edificios donde funciona. Desde entonces nadie ha podido entrar. Una periodista de Télam cuenta a Cerosetenta: “Dieron de baja el portal con todas las notas y el archivo. Dieron de baja la cablera con el archivo de fotos y cables y nos mandaron un mail institucional que nos dispensaba de ir a trabajar por una semana con goce de sueldo”.
El mensaje que recibieron las y los más de 700 trabajadores de Télam lo firma Diego Chaher, uno de los abogados designados por el gobierno para intervenir y auditar durante un año medios públicos como la Radio Nacional, la TV Pública y Télam. Otros funcionarios también se han referido al “derroche” que implica tener una agencia estatal de noticias cuya financiación, sin embargo, corre por cuenta del Estado solo en parte. La otra parte viene de ingresos propios derivados del servicio informativo.
“El gobierno nacional está llevando adelante uno de los peores ataques a la libertad de expresión en los últimos 40 años de democracia”, denunció el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba). Escritoras, artistas y periodistas también han manifestado su rechazo al cierre y, además, preocupación frente a que las comunicaciones del gobierno se limiten a tuits y videos de TikTok de dudosa rigurosidad. “Eso es crueldad”, señaló el escritor Martín Kohan en respuesta a un tuit que el vocero de la Presidencia de la Nación, Manuel Adorni, publicó: “Saluden a TELAM que se va…”. “Es un ensañamiento con el padecimiento ajeno”, dijo Kohan. “Pero ahora está de moda ser cruel, luce bien, cae bien”.
Por lo pronto, la periodista de Télam concluye: “Esto [la suspensión laboral] se termina el domingo. Con lo cual o nos mandan otro comunicado o nos abren las puertas, cosa que no va a suceder. La verdad no sabemos qué van a hacer, no hay nadie que nos responda. Creo que ni ellos saben qué van a hacer”.
En Cerosetenta nos solidarizamos con las y los compañeros de Télam.
Lina Vargas Fonseca, periodista de 070.
Posdata 2
Esta semana la redacción de los colegas de Revista Anfibia, en Buenos Aires, quedó hecha cenizas. Los bomberos dicen que fue producto de un cortocircuito. Sobra decir que Anfibia ha sido un referente para el periodismo que hemos hecho en Cerosetenta (baste nombrar nuestro formato “Anfibia” en el que unimos el cerebro de un experto con la pluma de un periodista para comprender un tema de coyuntura).
En momentos tan críticos para el periodismo en América latina, y en especial en Argentina (leyeron lo de Télam), es urgente apoyar el trabajo de revistas como Anfibia. Por eso, los invitamos a que se sumen a la campaña para que recuperen su redacción. Aquí.
Aguante Anfibia.