Dejarle el problema del agua al Alcalde
¿A Galán le interesará implementar soluciones a largo plazo o se mantendrá en el cortoplacismo del gobernante colombiano? También adéntrense en el extinto templo del Indio Amazónico en Bogotá.
No sé si ustedes, estimados lectores, se hayan dado cuenta, pero desde principio de año el tema del agua nos tiene obsesionados en esta revista. Desde que los efectos devastadores del fenómeno de El Niño y la sequía nos pegaron en la cara en enero; vimos el estado lamentable de parte del sistema de cañerías de la ciudad en febrero; tratamos de entender la crisis hídrica y el racionamiento que se venía en abril; y nos contactamos con un par de expertos para explicar en qué se ha fallado en estos dos meses en los que el Acueducto nos ha cerrado el grifo una vez cada diez días.
Con el paso de las semanas, pareciera que el tema está calentándose cada vez más sin que haya respuestas contundentes por parte de la administración local. Así está la vaina en este momento:
❌ La estrategia de ahorro de agua es la misma desde que comenzamos los cortes a mediados de abril.
❌ El alcalde Carlos Fernando Galán sigue publicando nuevas versiones de su gráfica diaria sin tomar en cuenta el factor lluvias en Chingaza y el agua que entra y sale de la represa.
❌ La ciudadanía se está cansando de no ver ningún ahorro en su factura del agua y de que el Acueducto no cumpla con los horarios de corte que se han publicado.
Esos son solo un par de los comentarios que llegaron al X de 070 cuando publicamos un hilo en el que el duro de ingeniería hidráulica de la Universidad de los Andes, Juan Guillermo Saldarriaga, y el experto en visualización de datos, Juan Camilo González, nos respondieron un montón de preguntas que teníamos sobre la manera en la que se ha manejado esta crisis hídrica en Bogotá.
Dos puntos clave: primero, si el Acueducto vende menos agua, como es una empresa, debe encontrar una manera de mantenerse económicamente rentable y segundo, tendremos que esperar hasta julio para poder empezar a medir realmente el impacto que tendrá el fenómeno de La Niña (osea, lluvias) en el segundo semestre del año.
Van más preguntas:
¿Cuánta agua se estará desperdiciando por el mal estado de las tuberías en Bogotá? ¿Se debería empezar la planeación de Chingaza 2 con un Petro que se ha mostrado en contra? ¿Realmente la calidad del agua es tan pésima como muchos han dicho y deberíamos cuestionar los informes de potabilidad del Acueducto? ¿A Galán le interesará implementar soluciones a largo plazo o se mantendrá en el cortoplacismo del gobernante colombiano en los tres años y medio que le quedan? ¿Cuál es el plan a mediano y largo plazo que tiene el Distrito y por qué no estamos teniendo un debate serio al respecto?
Pensando en que esta crisis va más allá de octubre –mes que Galán y el Acueducto han puesto de meta para terminar el racionamiento– es cada vez más claro que periodistas, académicos, fuerzas políticas y organizaciones ciudadanas tenemos que entrar a revisar de fondo lo que está pasando con el agua en Bogotá. Recordemos que el nivel de Chingaza se dejó llegar a niveles críticos para que se tomaran acciones concretas y ahora parece que nadie quiere asumir el costo político de algo que se pudo prevenir desde la administración pasada (cof cof, Claudia López).
“Hay que hacer un plan concertado, que todos los bogotanos veamos que vamos a tener un sistema de agua potable resiliente, hacia futuro, que no va a costar más el agua, que vamos a garantizar un excelente servicio con una excelente calidad de agua. Yo haría eso, que políticamente es algo muy bueno para él demostrar, pero es de largo plazo. Él no vería, él no vería nada, pero por lo menos deja el plan, porque eso son inversiones a largo plazo”, Juan Guillermo Saldarriaga, ingeniero especialista en sistemas de drenajes e hidráulica.
Galán no vería nada, como bien nos dijo el propio Saldarriaga. Bogotá, una ciudad con una topografía privilegiada en términos de agua, sí tiene que verlo y las malas decisiones políticas son también gran parte de la razón por la que llegamos hasta aquí. A diferencia del alcalde Galán, no deberíamos esperar a que el fenómeno de La Niña nos coja confesados o esta vaina va a seguir para mucho más largo. Seguro que sí.
Eduardo Santos Galeano, editor de audiencias y reportero de 070
En el 2011 Luis Antonio Rueda Hernández murió en Los Ángeles, California. Tenía 84 años y padecía una misteriosa enfermedad que fue llenando su cuerpo de hongos. ¿Las causas? Pudo ser un castigo espiritual o la madre tierra reclamando su cuerpo. Para la medicina occidental se trató de un síntoma inexplicable dentro del cuadro de diabetes que padecía hace años.
A finales de los años 70, mientras trabajaba como zapatero, sus primeros pasos como curandero fueron inspirados por un libro con el que pudo aprender sobre secretos indígenas, brebajes y curación ancestral. Luis Antonio Rueda, entonces, decidió emprender un viaje desde Chucurí- Santander hasta Bogotá. Autoproclamandose un “tengua” –la palabra indígena para curandero– llegó a la capital dispuesto a aplicar sus conocimientos y seguir aprendiendo sobre este oficio ancestral. Entre los barrios populares de la capital conoció el oficio de la “dentistería” y poco tiempo después fundaría La Escuela de Desarrollo Dental (Escodes). Según la crónica en “La Parrilla”, Luis Antonio le pagaba a los estudiantes de los últimos semestres de odontología para que le enseñaran. Así logró consolidar en poco tiempo más de 35 consultorios en la ciudad.
Con la mente enfocada en su camino espiritual, Luis Antonio también viajó al Putumayo buscando respuestas entre brebajes y relatos indígenas. De allí regresaría bajo el nombre de Trymurty Mirachura Chindoy Mutunbanjoy, un tengua conocido popularmente como el Indio Amazónico que estaba dispuesto a curarlo todo: mal de amores, escasez económica, enfermedades, adicciones, malas rachas y plagas.
Muchos testimonios hablan de cómo el Indio Amazónico les salvó la vida, y muchos más de cómo se sintieron estafados al no ver los resultados esperados. Aún con la ambigüedad de trabajar en el negocio de la fé, el Indio Amazónico logró evadir la condena de 12 años de cárcel en el año 1994 por “falso testimonio”. Años después, tras amasar una fortuna de más de 500 millones de dólares con su lucrativo negocio, Trymurti decidió migrar a Nueva York para evadir varias extorsiones que estaba recibiendo en Colombia. Allí estableció su hogar y fundó otros dos consultorios más, uno en Nueva York y otro en Los Ángeles.
En un arduo trabajo junto al Consultorio Místico de Diseño logramos viajar al pasado y traerles algunas imágenes de lo que pocos pudieron ver: el gran templo del Indio Amazónico en Bogotá por dentro.
Nefazta, todera gráfica de 070 y directora del Consultorio Místico de Diseño