Es el año 2008 y regreso de una fiesta a subir las fotos que tomé a Facebook. Hay algunas borrosas, otras repetidas, unas que definitivamente mi madre no debería ver y muchas posando con mis amigues (xD). Lo único que quería era compartir mi vida social con mis nuevos amigos virtuales.
Es el año 2023 y subo una foto a Instagram. Salgo sola sosteniendo un trago con la playa de fondo (🏖️🍹👙). La comparto porque creo que me veo bien, relajada, despreocupada, mejor de cómo me veo mientras escribo este editorial.
Subo la foto y no suelto el teléfono. No me resisto. Se acumulan los likes de amigues que no veo hace años y otros que ni conozco. Siguen llegando los likes y mi ego dice sí, sí, quiero más. Necesito más. Más validación, más voces al otro lado que me digan sí. Sí a eso que escojo que vean, a esa imagen curada y editada que no soy.
Aunque es divertido comparar esas fotos cringe que los millennials subimos a Facebook en el 2008 con el contenido que subimos hoy a Instagram o TikTok, esta hiper curaduría de nuestra imagen dice mucho sobre la forma en que las redes sociales condicionan cómo queremos ser vistos y cómo escogemos relacionarnos con otros. Las redes sociales despertaron una adicción a un tipo de validación que hace veinte años no existía, que evoluciona y moldea nuestras personalidades y relaciones.
Una prima joven, mi referente de Generación Z, trabajó en la aplicación de citas Hinge y me contó que la mayoría de jóvenes que la usan no están buscando una relación o incluso sexo casual, sino que buscan recibir cumplidos y validación. Solo buscan la interacción virtual, esa línea que les suba el ego y nada más.
“Yo soy de las que le caigo a la gente en persona, cara a cara, y piensan que estoy loca,” dice mi prima. Le pregunto quiénes piensan que está loca y me dice que todos. “La persona a la que le caí, pero también mis amigas.”
Esta prima ahora está en la universidad y en su tiempo libre entrevista a compañeros de su edad para saber qué piensan sobre temas como el romance, el dinero y sus aspiraciones profesionales. Por supuesto, estas entrevistas van directo a TikTok. Tiene varias teorías: Una es que esta generación, tan influenciada por el discurso de la salud mental, está priorizando su bienestar antes que buscar estar en pareja; otra es que no tienen tanta presión para casarse o entrar a relaciones a largo plazo; y mi favorita es esta: acercarse a alguien en persona implica ser vulnerable, mostrarte sin edición ni curaduría, mientras que conseguir validación en Internet es mucho más fácil. En las redes sociales escoges qué mostrar.
Me pregunto cómo esto cambia la química del cerebro y cómo afecta el sistema de recompensas, ese que se activa cuando algo nos genera placer. Puedes tener infinita cantidad de likes en una foto, un video viral o que hagas “match” con innumerables parejas potenciales. Y eso, ¿cómo se puede comparar con caerle a alguien en persona? Caerle a alguien con el riesgo de cometer un error, de decir lo incorrecto, o peor, de que te rechacen.
De vez en cuando aparece algún titular que declara que la Generación Z está teniendo menos sexo que las generaciones anteriores. Traté de verificarlo pero no lo logré, porque los datos varían, porque las muestras de donde sacan esas conclusiones son pequeñas o viejas, o porque esa no es la verdad completa porque no todas las personas quieren revelar sus intimidades a una encuesta. Lo que sí es un hecho es que parte de las relaciones sentimentales de muchos jóvenes ocurren en la virtualidad. Las redes sociales ya no son un paso para después encontrarse en persona, son otro espacio donde ocurre el romance y se intercambian vulnerabilidades.
No es casualidad que muchos estudios recientes han revelado el impacto negativo que tiene el uso excesivo de las redes sociales en la salud mental. Muchos jóvenes sufren de ansiedad, depresión y otros trastornos, en gran parte condicionados por aquello que consumen y el tiempo que pasan en la virtualidad.
Mi prima es parte de esa generación que llegó a la pubertad en un encierro global, donde la única opción de apegarse a otros era inventarse un lenguaje virtual del amor. Y quizás, esto los cambió mucho más de lo que podemos imaginar y de lo que podemos comprender.
A diferencia de los millennials que conocimos la vida sin redes sociales, la Generación Z no ha experimentado un mundo sin conectividad. Mientras los más viejos seguimos trazando la frontera entre la pantalla y lo tangible, para los más jóvenes la vida virtual es la misma cosa que la vida. Y por ende, el amor virtual es lo mismo que el amor.
Pienso en jóvenes solos en sus cuartos, amando a través de una pantalla y me preguntó cómo se verán esas relaciones en el futuro. Me pregunto cómo se sentirán cuando la vida les exija ser vulnerables y mostrarse completos, cómo serán esas relaciones cuando la mundana cotidianidad no venga con validación externa. O quizás, seremos cada vez más cyborgs. ¿Podrán ser más digitales nuestras emociones y placeres? ¿Será suficientemente fuerte el amor virtual para sentirse sostenidos y creer, así sea por un momento, que todo está bien?
Goldy Levy, Editora de 070 Podcasts
PD: A propósito de la salud mental y las redes sociales, les recomiendo la investigación “¿Qué tengo? El riesgo del autodiagnóstico en rrss” de la 7ma Generación de la Red LATAM en Distintas Latitudes.
Desde hace un tiempo en 070, como seguramente también lo están haciendo otros medios, venimos hablando de inteligencia artificial. En la redacción hay todo tipo de opiniones y reacciones: las que creen que hay temas más urgentes, las que se rien por mi constante paranoia con el fin de la humanidad, las que investigan y llegan con dudas y las que creen que tenemos que comenzar a ver cómo involucramos procesos con A.I. en el periodismo. Las conversaciones sobre el tema suelen darse en un espacio seguro, pero eso no cambia el hecho de que por momentos, los que nos sentimos menos optimistas con el futuro, sonamos como predicadores del desastre. Sin embargo, esas pequeñas conversaciones comienzan a tomar relevancia a medida que se acerca la hora de asumir nuestra postura frente a un cambio que se siente inminente. Con el paso de los días las noticias que parecen lejanas van a comenzar a ser cercanas y el peso de una nueva tecnología va a cambiar nuestra dinámica de trabajo. Pienso mucho en cómo vamos a asumir este cambio, sobre todo cuando desde el periodismo seguimos buscando formas de adaptarnos a lo que nos dejó el último (la llegada de las redes sociales): una crisis mundial de medios, menos personas leyendo, nuevos formatos de comunicación y la constante batalla contra el entretenimiento (sin mencionar que la distancia entre las fuentes y las personas es cada vez más corta).
Hoy les quiero mostrar The A.I. Dilemma, una charla del Center for Humane Technology en la que hablan de los posibles riesgos que enfrentamos como humanidad con la inteligencia artificial. Sus ponentes son los creadores del documental de Netflix, The Social Dilemma. La charla tiene un poco más de dos meses y ya se siente un poco vieja con la llegada de GPT-4. Sin embargo, ese es uno de los retos que ha traído la inteligencia artificial al periodismo: en el tiempo que nos toma entender algo, ya ha salido algo nuevo que lo cambia todo.
Diego Forero, periodista audiovisual 070
The A.I. Dilemma - March 9, 2023
Posdata 1: Utopía
A propósito de la sentencia de la Corte IDH donde se condena al Estado Colombiano por el exterminio de la UP. El próximo jueves 25 de mayo se estrenará en la Cinemateca de Bogotá la película Utopía, de la colombiana, Laura Gómez Hincapié.
En una obra muy personal, grabada en casa, la autora busca resolver preguntas que se hace a sí misma, a través del recuento histórico de la vida de su padre. Un sobreviviente que soñó con un proyecto social fallido y que persiguió ideales que hoy parecen no tener cabida en una realidad como la colombiana.
El paso del tiempo nos deja sin memoria, y el movimiento de los pensamientos es lo único certero a la hora de resolver las preguntas sobre los cambios sociales que han ocurrido en el país. Los ideales de finales del siglo pasado, de su padre, se alejan, en tiempo y espacio, a la realidad que enfrenta la autora. Al no ser estáticas, las reflexiones sobre cómo nos representamos y cuáles son las luchas que tenemos se chocan entre sí, y el sueño utópico de algunos, solo parece reafirmar aquella idea que recuerda que cambiar no es traicionarse.
Cristián Robayo, pasante de 070
Posdata 2: Bullosas
Somos Bullosas Festival. Un festival hecho por mujeres, de mujeres, para todxs. Haz parte de nuestro universo y vuélvete unx bullosx: ¡QUE SE HAGA OÍR TU VOZ! 💖🔥💿. Encontrarás talleres, stands con productos que seguro te van a encantar, un toque de música y para rematar una farra de neoperreo.
Te esperamos el 25 de mayo en el bar El Candelario (Cl. 12b # 4-94) desde las 3:00 PM hasta las 5:00 AM. Para más información sigue a @bullosasfestival en Instagram.